David Cerdá

Soy economista y doctor en filosofía, y me debo a cuatro oficios: el empresarial, asesorando a organizaciones; el literario, como ensayista, articulista y traductor; el mentor, acompañando en su aventura ética a particulares; y el educador, como profesor y conferenciante. Mi pasión común a las cuatro es el ser humano, que estudio sin descanso; y la pregunta que me obsesiona es la de la ética —¿qué hace que la vida sea buena? —, que trato de responder en esos cuatro ámbitos.

Nací en Sevilla en 1972. Empecé a escribir a los siete años, y fui un yonqui de los libros también desde muy temprano. Nada más entrar en la adolescencia, al tiempo que hacía lo que todos los jóvenes, quedé prendado de la música y la filosofía. La noche del 17 de octubre del 92 tomé la mejor decisión de mi vida: me armé de valor y tomé como quien no quiere la cosa la mano de Nuria, y un rato después le planté un beso en los morros. Con esa audacia perdí una amiga y gané un amor para siempre.

Fui «de ciencias», pero estudié empresariales, y al principio me decanté por las finanzas. Fui auditor y trabajé en una multinacional durante veinte años, la primera mitad como controller y director financiero. Hice un MBA, otro máster, tuvimos dos preciosos hijos (Claudia y Daniel). En 2007 empecé a trabajar en innovación y creatividad, hice otro posgrado y recordé cuánto me fascinaban las personas, también movido por la envidiable experiencia profesional de Nuria (ella es psicóloga). En 2010 mi camino en la multinacional, hasta entonces lleno de responsabilidades y aventuras, empezó a angostarse: cada vez menos desafíos, cada vez menos oportunidades. Enfermé más de lo habitual y acumulé frustraciones. Quise transformarlas en algo bueno; tuvimos a nuestro tercer hijo (la guinda de nuestro hogar, el simpar Víctor) y dejé de ser filósofo autodidacta: me gradué, hice un máster y me doctoré de seguido. Desde 2011, y gracias también a que me encantan los idiomas (hablo siete), empecé a dar conferencias por el mundo, siete países en tres continentes desde entonces.

En 2013 salí a la calle con mi primer manuscrito: llamé a la puerta de una veintena de editoriales, la mayoría de las cuales ni abrieron. Sí lo hizo Rialp, que publicó mi primer texto, y después me ofreció traducir, un privilegio para quien ama las letras, especialmente si hablamos de llevar a nuestro idioma a Shakespeare, Tocqueville, MacIntyre o Rilke. Creé con una amiga un blog y después empecé a escribir artículos en diversos medios (Disidentia, La Iberia, El Debate…). En 2017 abandoné la multinacional, en 2018 me quité la espinita de dirigir una pyme y en 2019 escogí esta vida independiente de ahora que me permite sobrellevar mis tres profesiones. Como todo es mejor cuando se hace bien acompañado, me enrolé con otras seis personas —ahora amigos— en Strategyco.

Me apasionan la cultura y la política (organizaciones y sociedades), la justicia, el liderazgo y el trabajo en equipo, los procesos y el control de la gestión, las finanzas, la estrategia y el marketing. Bebo de fuentes muy diversas: de la ciencia, las humanidades, las artes e incluso del management (serio). Creo en la profesionalidad, sobre la que escribí un libro; intento llevarla a las organizaciones y las aulas. Sospecho en cambio del «talento», la «marca personal», los coaches y los gurúes, y estoy en guardia y en guerra contra los majaderos. Me importa mucho el pensamiento crítico, es decir, la destreza al argumentar y la excelencia en las conversaciones. Tengo un gran respeto por la retórica, me esfuerzo por ser un buen comunicador y enseño a otros a comunicarse. Investigo y enseño sobre lo que practico y veo ejecutar a otros, e intento llevar a la realidad lo que aprendo y concluyo; la filosofía de salón no me interesa.

¿Lo más bonito que me han dicho nunca? «Eres lo que pareces».